Confieso que no hubieron grandes sobresaltos, no hubieron trancones, no llovió (¡qué suerte la mía!) y considero que fue un éxito total.
Me he tardado más de lo normal en publicar este post porque me he tomado el tiempo de disfrutar cada destino, hoy es 21 de septiembre y estoy algo atrasado con publicar las noticias del viaje, pero recuerden: no tengo afán de nada y quizás en más de una ocasión no tenga mucho que decir porque el viaje fue demasiado personal y lo que tenga que decir puede ser de poco interés. Sin embargo, mientras pueda, estaré publicando por aquí.
Describo el viaje rápidamente: salí a eso de las 4:30 am. (ya habrán notado que prefiero madrugar) de Bucaramanga y tomé la ruta que va hacia el norte de la ciudad. Resalto que tomé una ruta más larga antes de salir del área metropolitana con el simple objetivo de revivir recuerdos (para quienes aún no lo saben: viví en Bucaramanga los últimos 7 años, antes de trasladarme hace unos 5 meses a Bogotá), pero bueno, tampoco es que me arrepienta.
El clima es un factor que siempre he respetado y antes de salir sólo puedo cruzar dedos para que no esté lloviendo al partir, ya que esto me significa afección en dos factores importantes: la seguridad y el tiempo de llegada. Si nunca han manejado o viajado en moto, les explico: la estabilidad de una moto cargada y con las vías húmedas es menor, sumado a esto disminuye la visibilidad (importante recordar que por vías nacionales suele haber tráfico pesado, y uno al lado de una tractomula es un ser insignificante), el agarre de las llantas y aumenta la tensión de quien maneja; por esto, de ser posible, hay que manejar en días con buen clima (algo que no es fácil de adivinar y yo, en lo personal, se lo dejo al azar y que me sorprenda el camino).
Es curioso cómo cambia todo en el transcurso del viaje (este en particular): empiezas a notar cambios en la vegetación (todo el verde se va aclarando); luego la temperatura empieza a subir y el sol te ataca con más fuerza; luego, si te detienes lo suficiente, notas hasta cómo las costumbres y la forma de hablar de la gente se va transformando hasta llegar a la particular manera de hablar de los costeños (porque ajá).
No hay que dejar de lado que el cielo suele estar más despejado y de un azul más claro.
(Foto tomada en algún lugar entre las minas y Bosconia)
No dejen de ver el vídeo para conocer qué me dejó sin comentarios y ver un pequeño resumen del viaje.
Siguiente destino: La Guajira.
Los dejo con un par de las vistas más bonitas que tuve durante el viaje (prometo que para próximas entradas publicaré más fotos y menos palabras).
Realmente no me acuerdo dónde la tomé, pero habían muchas garzas que iban y venían.
Un paisaje como para mirar por horas.
Este es el paisaje de la carretera que sale de Bosconia: un terreno semi-desértico al lado de montañas.
En la carretera se me atravesaron chivos y ganado pero todo hace parte de esta experiencia que hay que vivir.
¡Ahí nos vemos #PorCarretera!
No hay comentarios:
Publicar un comentario